La infancia es un tema de debate recurrente en foros, centros educativos, servicios sanitarios, etc. Cada día, son más precisas las técnicas de diagnóstico psicológico y nos hacen ser más precisos en los tratamientos infantiles, pero ¿todas las personas que se salen de la normalidad son patológicas? La respuesta a esta pregunta es NO.

Ciertos rasgos que se encuentran en la infancia y que hoy día se valoran como excepcionales o trastornos mentales, no son más que características poco frecuentes que aparecen en personas. A pesar de que puedan parecer problemáticas, estas solo lo son cuando conllevan una alteración en la vida de la persona. Por ejemplo, cuando hacemos una evaluación y en los resultados de la misma el niño presenta dificultades atencionales o baja capacidad visuoconstructiva esta no es necesariamente patológica. Es más, en ocasiones, los resultados en las pruebas son favorables y los autoinforme que realizan los padres o en las entrevistas son las que dan como positivas problemas de memoria, atención, etc. Para determinar que un problema es patológico en la infancia, este, además de evidenciarse en las pruebas psicológicas debe tener una repercusión en la vida y en el entorno del niño.

A pesar de que todas las características sintomáticas se encuentren presentes debemos tener en cuenta la repercusión que generan en ambiente del niño/a tal y como se refleja en el criterio D del manual diagnostico DSM IV TR, el cual dice textualmente:

Deben existir pruebas claras de un deterioro clínicamente significativo de la actividad social, académica o laboral.

Casos concretos por ejemplo, son de niños/as que en las evaluaciones dan una baja capacidad en el razonamiento verbal, la cual se relaciona directamente con la capacidad intelectual,  y sin embargo, tienen una adaptación adecuada a su entorno, así como un buen desempeño académico, obteniendo resultados dentro de la normalidad. Por lo tanto, a pesar de que en ocasiones la evaluación pueda mostrar diferencias, es muy importante la interpretación del especialista, observando múltiples aspectos de la vida del niño/a.

Esto no ocurre solo a la baja, sino también a la alza. Cuando alguien destaca por su eficacia por tomarse tiempo para realizar las tareas se le etiqueta de lento, a la contra, si termina las tareas demasiado pronto lo categorizamos de impulsivo. Debemos observar otros aspectos como el resultado y no solo en proceso. La normalidad está en la media, está mal destacar por abajo por falta de capacidades pero también está mal si se destaca a la alza.

Es importante tener en cuenta las particularidades de cada persona y no buscar que sea exactamente igual al recuerdo que tenemos de nosotros de pequeños o que debe ser  como el resto de sus compañeros.

Con todo esto no quiero decir que no haya niños que requieran de ayuda especializada, sino que debemos tener una visión crítica a la hora de hablar de patológico y normal. Los niños no son adultos en miniatura A veces, la solución no reside en el tratamiento del niño, sino en nuestra reeducación personal para ser capaces de tolerar la diversidad de las personas.

 

 

Lectura recomendada:

Patologización de la infancia ¿niños o sindromes? de Dueñas et al. Editorial Noveduc

 

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