En mi experiencia diaria, me he encontrado últimamente muchos personas que presentan trastornos tales como ansiedad, depresión, etc. y que algunos de ellos están relacionados con proceses de duelo no naturalizados. Por otra parte, cuando fui a publicar la entrada me di cuenta de que hoy es un día donde nuestras mentes están centradas en el recuerdo de muchas personas que fallecieron hoy hace 15 años. Que nunca se pierda de nuestro recuerdo y en el de sus seres queridos, porque es hay donde las personas viven.

El fallecimiento de un ser humano es una de las experiencias vitales más dura a la que una persona se enfrenta. La concepción de que ese individuo, ese rostro y esas palabras nunca más van a estar a mi lado son muy difíciles de asumir, hasta el punto que el aferrarnos a ello nos puede generar trastornos mentales.

La tristeza, la ira, la melancolía y otras emociones acontecen cuando experimentamos una pérdida. Cada persona la experimenta y expresa de modo diferente. A veces podemos ver como una persona llora a voz en grito, mientras que otras parecen aletargadas con lágrimas sobre las mejillas. No es una cuestión de competividad por ver quien añora más a la persona fallecida, sino que debemos entender que cada uno lo expresa a su manera. Con el paso del tiempo, cada persona va desarrollando otro modo de expresar la añoranza que siente por la persona querida. El proceso emocional que experimenta la persona desde el fallecimiento de su ser querido hasta que se produce la aceptación de la perdida y la reorganización de la vida sin esa persona es lo que llamamos duelo.

El duelo es un estado físico, mental y emocional natural. Según Fernández y Rodríguez (2002) estos son algunas de las experiencias que las personas pueden experimentar durante este proceso.

normal

En esta fase no debemos de patologizar nuestra conducta o pensar que porque llevamos varias semanas llorando no estamos bien, o todo lo contrario, que deberíamos llorar más de lo que lo hacemos o estar menos activos o desganados de lo que lo estamos.

Recordemos que cada persona en cada momento vive el duelo de un modo. No debemos comparar nuestras conductas, pensamientos o sentimientos con las de otras personas, ni comparar una experiencia de duelo con otras previas, por ejemplo: no sé porque no puedo parar de llorar. A mi madre la enterramos y apenas me sulfure y ahora con la muerte del dichoso perro, no sé qué me pasa que no puedo parar de llorar.

A veces menos preciamos nuestra experiencia. No hay una pirámide de a quien quiero más y a quien menos. Una perdida siempre es difícil, sea del tipo que sea. El expresar una pérdida de un ser querido de un modo y el expresarla de otro ser querido de otro modo no significa que a uno se le quiso más que a otro. Son diversos los factores que influyen en nuestra expresión emocional. La soledad  vs. los apoyos, los momentos de estabilidad vs. la inestabilidad, el trabajo vs. desempleo, la muerte trágica e inesperada vs. el proceso natural de vida…… son muchos factores que influyen en el modo en que enfrentemos la situación. Pero, ¿Cómo saber si el proceso de duelo que se está llevando es normal o patológico?

La duración y la intensidad del duelo es lo que hace que se patológica. La dificultad de la persona para reorganizar su vida y aceptar que esa otra persona ya no formará parte de ella a partir de ahora. Esto se puede manifestar de varios modos:

  • Reprimiendo las emociones impidiéndonos a nosotros mismos experimentar el malestar. La tristeza se valora como algo anormal que hay que evitar.
  • Aplazamiento del proceso de duelo manifestando el dolor tiempo después.
  • Cronificación del duelo, alargándose demasiado en el tiempo. Al mismo tiempo pueden tratar de aferrarse a las cosas del difunto intentando que todo se quede estático tal como lo dejó el fallecido.
  • Idealización del ser querido, colocando su imagen en un pedestal y recordando únicamente los aspectos positivos. Se convierte el fallecido alguien al que imitar y todo lo relacionado a él es correcto y fue bien hecho.

Las alucinaciones, como ver, escuchar o sentir al fallecido no son síntomas de locura ni de patologicazión del duelo. Todo lo contrario, son habituales, especialmente en personas mayores, y son generadas por la mente a modo de transito del proceso y favorecer la despedida.

Para poder llevar un duelo lo más natural posible tenemos que tratar de permitirnos a nosotros mismos ser compasivos con nuestras experiencias y permitirnos sentirlas del modo en que se presenten, sin juzgar ni valorar nuestros pensamientos, sentimientos o conductas. Con el paso de los días, tenemos que ir recuperando nuestra normalidad diaria, a pesar de no encontrarnos del todo bien. No podemos esperar a estar bien para hacer lo que nos toca hacer en cada momento, sino que tenemos que hacer para que esto nos ayude a que nuestras emociones cambien. Puede que este triste, pero comienzo a levantarme por la mañana, hacer las tareas de casa, a salir de nuevo a la calle, a encontrarme con gente…. Y al final el hacer genera que poco a poco recuperemos nuestra normalidad. Si con el paso del tiempo, la pena es únicamente mi compañera y paso los días encerrado/a en casa, no estoy facilitando mi proceso de duelo. En ese caso es necesario consultar con un especialista que pueda ayudarme a continuar hacia delante.

Recuerda, vive el aquí y ahora. Todo lo que ya ha ocurrido no se puede modificar y todo lo que tiene que venir ya acontecerá. Haz de tu vida una vida de calidad en el momento en el que la vives.

 

Enlaces de interés:

http://www.apa.org/centrodeapoyo/duelo.aspx

http://ocw.unican.es/ciencias-de-la-salud/ciencias-psicosociales-ii/materiales/tema-11.pdf

Un comentario en “Y ya no está

  1. Yo perdí a un familiar y pase por algunos de los estados que has comentado aquí. Para superarlo, lo que más me ayudó fue el estar ocupado y no estar pensando continuamente en eso.

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